El síndrome de ovario poliquísitico (SOP) consiste en una alteración hormonal que dificulta la ovulación normal, y que tiene su origen en un exceso de hormonas masculinas (andrógenos), por lo que también recibe el nombre de hiperandrogenismo ovárico funcional, además se ven alterados los ciclos de producción de FSH y LH (hormonas que regulan el ciclo menstrual). Se estima que afecta entre el 5 y el 10% de las mujeres. Los primeros síntomas para identificarlo son ausencia o irregularidad en los periodos menstruales y la aparición quistes en los ovarios. Suelen evidenciarse estos primeros desarreglos, en periodos próximos a la menarquia (primera regla), aunque puede detectarse más tarde.
Mi terreno no es el de la medicina, por lo que no diré mucho más acerca de la enfermedad en sí misma, pero si sobre la fuerte relación tiene esta alteración con la obesidad. Se trata de una patología en la que lo problemas hormonales y metabólicos van de la mano.
Este binomio SOP- Obesidad, aparece en repetidas ocasiones descrito en la bibliografía, según autores la relación va desde 40-60%, siendo la razón no del todo conocida. Si bien es cierto, pueden darse casos en los que no exista relación alguna, pero se ha visto que en los últimos años la relación causa efecto aumenta. Sea como fuere el aumento de la causalidad, el de pacientes de SOP con obesidad (en particular obesidad central), es un alto porcentaje a tener en cuenta. Para muchos autores, la reducción del peso corporal se postula como una primera medida para la mejora del síndrome. Es importante indicar que una mujer con obesidad no tiene porque tener síndrome de ovario poliquístico.
Además de estar fuertemente relacionado con la obesidad, por tratarse en parte de una cuestión metabólica, también es frecuente que las pacientes lo cursen con hipertensión arterial y problemas cardiovasculares, ambas muy comunes en pacientes con obesidad.
Resistencia a la insulina

Tanto SOP como obesidad suelen ir acompañadas de Síndrome de resistencia a la insulina, por tanto, este podría ser el punto en común de ambas alteraciones.
La resistencia a la insulina se define como: una deficiencia metabólica, en el que la insulina no se utiliza de forma eficaz y por tanto no realiza correctamente su función, la de permitir la entrada en la célula de la glucosa resultante de la ingesta de alimentos, esto implica niveles altos de forma continuada de glucosa en sangre, sobre esfuerzo del páncreas y sensación de cansancio y fatiga, generando una sensación de hambre recurrente.
Es muy importante por tanto, para quienes lo sufren mantener el hambre a raya, y controlar no solo la cantidad de alimento que se toma, si no también su origen.
Pautas dietéticas a modificar
1. Consumo de alimentos con Índice Glucémico (IG) bajo. El IG de un alimento es el tiempo que tarda el cuerpo en reducir los hidratos de carbono del mismo a glucosa, respecto a un alimento patrón. Con estas mediciones se elaboran tablas que clasifican a los alimentos según si tienen un IG alto o bajo, es decir, según si tardan mucho tiempo o poco en pasar a la sangre. Los alimentos encabezan la tabla de IG alto son: azúcar, bollería, siropes, cereales refinados… mientras que los que se llevan el premio a los bajos son: verduras, frutos secos, legumbres…
Algunas precauciones para no elevar el IG de un alimento son:
- No dejar la fruta madurar demasiado
- No cocer en exceso los alimentos
- Consumir siempre productos integrales frente a los refinados.
A este respecto diré que proliferan las dietas con este fundamento, y no seré yo quien os lancé a los brazos de los azúcares, pero como siempre digo: una dieta equilibrada debe de abordarse de forma global, por ejemplo una fruta por tener un mayor IG, que otro alimento, no quiere decir que esté menos indicado para las dietas de adelgazamiento.
2. Dietas con mayor contenido proteico. Aunque el mecanismo no está completamente descrito, estudios han evidenciado un beneficio para estos pacientes. Siempre desde una perspectiva responsable, y en ningún caso decantarnos por una dieta hiperproteica. Ya sabéis ningún método es válido si no puede convertirse en definitivo.
3. Práctica habitual de ejercicio físico. Ya sé que suena a lo de siempre, pero en este caso, y en todos en los que exista una resistencia a la insulina es imprescindible una práctica habitual del mismo ya que ayuda al control de la glucosa y a la reducción de la resistencia a la insulina. Es suficiente con la realización de actividad física aeróbica sencilla, como es caminar, ya que la función del mismo en este caso no es la de bajar de peso (secundaria), si no la de reducir la resistencia a la insulina y por tanto ayudar a normalizar la regulación hormonal del metabolismo.
4. Alimentos ricos en cromo. Por último y quizás con menos importancia se recomienda una alimentación rica en cromo, ya que se sabe de la importancia de este mineral en el metabolismo de los hidratos de carbono y la acción de la insulina. Particularmente deshecho totalmente la necesidad de tomar suplementos de cromo, ya que una dieta variada y equilibrada incluye la cantidad necesaria de cromo para el normal funcionamiento de nuestro organismo. Está presente en carnes, aves, pescados, frutas y vegetales (veis como con una dieta completa y equilibrada bastaría).
Es frecuente en estas mujeres que les resulte complicado lograr una pérdida de peso eficaz, habitualmente aparece el hambre y la necesidad de comer dulce, más que en otro tipo de pacientes. Otras recomendaciones son: repartir las ingestas en 5-6 tomas diarias, para no llegar a las grandes con tanto hambre, aumentar el consumo de legumbres, y no llevar un alimentación disociada (ya sabéis, esa ridícula moda de no mezclar carbohidratos con proteínas).