LAS DIETAS, LOS RESTAURANTES Y EL FIN DE SEMANA

Cuando empecé mi labor profesional como dietista- nutricionista me llamaba la atención que paciente tras paciente, prácticamente en su totalidad, me pedían clemencia para el fin de semana. Indistintamente cual sea su edad, poder adquisitivo, horario, costumbres… da igual, casi todos cambiamos el patrón dietético para los últimos días de la semana, ya sea comiendo fuera, reunidos con la familia o pasando la mañana del domingo optando a una estrella Michelín.

Este fenómeno social, es fácil pensar, que se origina en el poco tiempo libre que nos deja el ajetreo diario, por lo que reservamos el fin de semana para soltarnos el cinturón (en todos los sentidos de la expresión). Ayuda también el hecho de que vivimos en un país con una riqueza gastronómica inmensa y con una elevado número de locales de restauración, además de la sana maravillosa costumbre de celebrarlo todo comiendo y bebiendo. A esto se le suma, ese carácter tan nuestro, del: «si lo pago, me lo como», o «si lo he pagado, espero que me den cantidad».

El caso es, que me pongo en el lugar de mis pacientes, cuando me miran con cara de cordero degollado, diciéndome si tal día tienen una cena o una celebración. Nunca se me ocurriría que renunciaran a ella, ni por el aspecto social ni por el nutricional. Considero que una tratamiento dietético no debería de pasar por el encierro en casa para evitar tentaciones, y además, creo que lo estaría haciendo muy mal, si «prohibiera» este tipo de cosas en la vida de mis pacientes, en vez de ayudarles a aprender a manejar este tipo de situaciones con una educación nutricional de calidad. Permisos a parte, hay que entender que si nos pasamos la semana esforzándonos, sometidos a un tratamiento dietético de reducción de peso (que por muy rica que se haga una dieta, siempre difiere en algo de nuestros hábitos anteriores, e implica algunos sacrificios), sería un absurdo perder el esfuerzo de unos días en una sola ingesta. Así que amigos, moderación, que ya decía Aristóteles que en el punto medio está la virtud. 

Quien ha tenido que pasar una temporada comiendo «fuera» sabe que ha subido de peso y sobretodo que su patrón dietético ha quedado totalmente descontrolado, a menudo los ingredientes no se cuidan como lo haríamos en casa, las cantidades difieren y la frecuencia con la que se sirven determinados grupos de alimentos es nula, frente a otros no tan recomendables que abundan en las cartas de restaurantes. Para quienes quieren bajar su peso esto no supone si no zancadillas para  mantener la dieta a raya:

Los menús del día

Habrá menús muy sofisticados, pero el de toda la vida, suele ser un primer plato, donde siempre suele haber: un arroz, una pasta, un potaje y una verdura disfrazada (ya sea en crema, uno espárragos con salsa rosa o unos guisantes con jamón). Y los segundos: un par de pescados, una carne a la plancha y algo de ave. Pero en la pizarra no nos dice que si pides una pasta con su salsa carbonara de primero, un entrecot de segundo con patatas y el postre, te has pasado un pueblo de calorías, sólo con esta ingesta. Y si pides una ensalada (que se hace llamar así por tener lechuga), tiene de todo… ¡hasta salsa!

¿Pero quién desmonta a estas alturas esa arraigada costumbre de primer plato, segundo, postre, pan y vino? Si al pedir, por ejemplo, esa pasta, alguien nos dijera que nos pone una ensalada para acompañar y un lácteo o una fruta, diríamos «¿dónde está nuestro menú?».

Terminamos de comer y nos preguntan por el postre, y aunque estamos muy llenos, queda espacio para algo dulce (lo trataremos más adelante, la saciedad selectiva, una respuesta fisiológica normal) ya que hemos salido a comer fuera, como que queda mal pedir una naranja, solicitamos el postre de la casa, y además con la conciencia tranquila porque han dicho que es casero…

¿Salimos de pinchos?

Siendo de Burgos (Capital española de la Gastronomía 2013), como no me va a gustar ver una buena barra de pinchos. El problema añadido es que a cada pincho se le añade su consumición, y para cenar de pinchos, hace falta más de un pincho, y más de dos.

Por suerte en los últimos años se han «grumetizado» las verduras, y ahora casi todos cuentan con verduras en su preparación (la mayoría de las veces en tempura o rebozados), pero… ¿qué me decís del pescado? ¿alguna vez habéis visto un pincho de pescado? (excluyendo las conservas, o los mariscos). Los pinchos se han convertido en obras de arte en miniatura, sin olvidar las tapas de toda la vida, pero todos implican muchos procesos de elaboración, salsas y aderezos para conservar la frescura, y elegir el más saludable no siempre es fácil.

El nuevo mundo de las hamburguesas

En los últimos años este tipo de locales proliferan, supongo que ofrecen la oportunidad de cenar fuera un día sin gastar una fortuna en ello, además proveen de un ambiente distendido para cuando no se quiere recurrir a algo demasiado preparado.Nueva generación de hamburguesas

El estudiado diseño de las cartas, puede hacer salivar sólo de imaginarlo, y la verdad, reconozco, que han mejorado mucho respecto a los típicos locales de comida rápida que tenemos en la cabeza. Ahora una hamburguesa es un plato refinado, la lechuga ya no es tipo Iceberg, ahora se le pone de hoja de roble, la carne dice ser, a veces, de wagyu (que digo yo que no sé si habrá tantos animalitos de estos), y la cebolla, por supuesto, siempre confitada.

El alcohol engorda ¿verdad?

Esto es algo que todos parecen tener bastante asumido, ahora los cuatro refrescos que acompañan a las cuatro copas, no cuentan. Hay quienes no se les olvida la recomendación de la copita de vino (que en su origen tenía un fundamento), sólo que deciden acumular en una sola noche las de toda la semana. Alcohol siempre es alcohol, hayamos ingerido comida o no, sean solas o con hielo, sean con refresco normal o con su versión light. Algún día os enseñaré a calcular las calorías y azúcares que tiene una noche loca, en cuestiones de alcohol, pero vamos a esperar a ganar adeptos al blog, no vaya a ser que después de conocer de la cifra del cálculo dejéis de leerme los miércoles.

Quizás los menús no deberían de ser tan cerrados, las hamburguesas tan completas, los pinchos tan irresistibles, o las pizzas tan gigantes; pero ellos no tienen la culpa, somos nosotros los que debemos de interesarnos por lo que hemos pedido, pedir raciones más pequeñas, y por supuesto lanzarnos a nuestra cocina. Algunos estudios han señalado ya, la importancia de cocinar en casa para un correcto mantenimiento del peso. En cualquier caso, una al año no hace daño, y una dieta equilibrada, tiene también sus tapas, sus patatas fritas, sus noches pizza y peli y su lechuga de hoja de roble con cebolla confitada. Es un hecho que la sociedad ha cambiado y la forma de relacionarnos también, así que si estás haciendo un dieta o sientes que vives permanente dentro de una, acepta el hecho de que hay que aprender a convivir y controlar estas cosas, como parte de una educación nutricional a largo plazo.

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