¿CÓMO PROCEDER ANTE UN CASO DE OBESIDAD INFANTIL?

Están caducos aquellos años en los que a las abuelas y madres daban a los niños de comer con cantidades ingentes de comida «porque están en edad de crecer». Vaya por delante mi respeto a aquellas estupendas matriarcas (si, mujeres en su mayoría) que han criado varias generaciones, dándoles todo lo que tenían a su disposición, para que crecieran mucho y fuertes.
Pero los tiempos han cambiado, salvo penosas excepciones (cada vez menos excepcionales, por desgracia), en nuestro medio, los niños tienen cubiertas sus necesidades energéticas y aparece la problemática de la obesidad infantil.
Según los últimos estudios este problema afecta en España entorno al 40% de los niños, una cifra escandalosamente alta, en una sociedad con buen acceso a información nutricional. Se trata de un problema grave, más allá del hecho de que un niño «esté gordito», porque implica un empobrecimiento de su estado de salud presente y futuro, además está asociado a factores emocionales que afectan al niño.

Una de las razones por las que la prevención es importantísima es porque «un niño obeso es un adulto obeso», esto es así porque las células grasas (adipocitos), comienzan por crecer en tamaño, hasta alcanzar un máximo, es entonces cuando pasan a crecer en número y de nuevo crecimiento en tamaño, Por tanto ese niño al llegar a la vida adulta ya posee un mayor número de adipocitos que sus congéneres y por ello la facilidad para desarrollar una obesidad (aunque haya habido un periodo de normopeso en la etapa infantil o juvenil para corregirlo) es mucho mayor.

¿Qué podemos hacer ante un problema de este tipo?

En primer lugar acudir al pediatra, ellos harán un estudio del estado nutricional del pequeño y en caso de excederse de las tablas y percentiles podrán buscar la causa.
Una vez confirmado que no existe ningún problema de tipo endocrinológico que condicione el peso del niño, se indagará sobre otro tipo de circunstancias que lo provoquen. Es el momento de acudir a un nutricionista que realice una labor de educación nutricional con el niño y su entorno.
A un niño, por estar en una etapa de crecimiento, vital para su desarrollo presente y futuro nunca, salvo en casos muy extremos, se le debe de someter una dieta hipocalórica, es decir, nunca, nunca, nunca, puede “ponerse a régimen” a un niño, y mucho menos sin la supervisión de un profesional. Mi consejo es que si un médico o nutricionista os indica lo contrario busquéis una segunda opinión.

En casi todas las ocasiones (por no decir en todas), el problema atañe al conjunto familiar y es necesario tratarlo con su entorno para encontrar cuales son los hábitos que les perjudican, cuales son las razones que hacen que el niño tenga un comportamiento compulsivo con la comida, o las que le hacen rechazar sistemáticamente un grupo de alimentos… Un niño come lo que ve y lo que tiene disponible en casa, al igual que rechaza también lo que ve que sus referentes han rechazado. Flaco favor hacer también otras prácticas como que el día que pasa con la tía o la abuela lo consiente por aquello de «para un día que está conmigo», las recompensas o castigos con comida o la disponibilidad en casa de todo tipo de alimentos no saludables.

Es por ello que este abordaje debe hacerse de forma multidisciplinar, en el que no se queden descolgados ni el aspecto nutricional ni el emocional, planificando talleres y actividades, que de una manera divertida y dinámica ayuden a trasmitirle al pequeño y a su entorno familiar, la manera en la que cuidar su estado de salud, que repito, nunca pasa por imponer una dieta hipocalórica.

Un profesional de la nutrición sabrá cómo realizar todos estos pasos, pero es indispensable un apoyo familiar para que el niño no se sienta sólo, y que todos en casa, aprendan a comer como lo está haciendo él, salgan con él a patinar, a dar patadas a un balón o pasear a la muñeca.

Los niños son un tesoro, como tales hay que tratarlos, darles una alimentación inapropiada en sus primeros años puede ser peor de lo que imaginamos, tanto por defecto como por exceso.

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