Es difícil hacer entender a un paciente que se ha esforzado en seguir le menú que has preparado para él, que a pesar de la pequeña diferencia que ha experimentado en la báscula con su peso, la mejora de su composición corporal es muy satisfactoria, además es evidente que ha logrado una pérdida de volumen y una mejora en su estado de salud.
Es una circunstancia habitual que muchos pacientes no logran entender: «¿si he perdido grasa, porque no pierdo tanto peso?», «¿si todo el mundo me dice que se me nota y son sólo 3 Kg?»… Por eso en el artículo de hoy voy a tratar de explicar porque es mejor perder grasa que perder peso, con un símil que ayude a visualizarlo.
Imaginaros que tenemos una cartera muy muy llena, casi estropeada de los años que llevamos forzándola hasta reventar (ya se que en los tiempos que corren es mucho imaginar… pero meteros en situación). Esta cartera es nuestro peso corporal total, dónde hay monedas (serán para nosotros la grasa), billetes (representarán al músculo) y además los tickets y vales (piel y otros componentes) y tarjetas de crédito (la masa ósea).
Bien pues queremos vaciar esta cartera, ya que es un regalo y queremos conservarla para siempre. Para realizar esta operación podemos hacerlo de tres forma diferentes:
- Retira los billetes de la billetera, ocupan espacio que hace que al doblar la cartera el volumen sea grande. El problema es que si nos deshiciéramos de los billetes nos quedaríamos sin dinero demasiado rápido, de tal manera que si sobreviniera algún gasto inesperado podríamos no poder hacerle frente.
- Retira las monedas del monedero: ocupan bastante más volumen que los billetes y además son las que realmente están arpando la cartera. Podrías sacarlas y dejarlas a mano para operaciones pequeñas como pudiera ser comprar el pan o darle una propinilla a los sobrinos, y así la cartera recuperaría casi el volumen original.
- La tercera opción supondría cambiar esas monedas por billetes e incorporarlos en la billetera. Es probablemente la opción más eficaz, ya que ya se sabe que el dinero en monedas no dura mucho y si lo cambiamos por billetes nos va a ayudar a ahorrar para los imprevistos de los que hablábamos. Pero no siempre es posible, no siempre podemos hacer el cambio o no hay monedas suficientes para llegar a un billete.
* Sobre las tarjetas y los vales y tickets, vamos a conservarlos bien que también son dinero que ocupa su justo espacio en la cartera y no se debe de modificar.
Si habéis entendido bien este pequeño símil habréis comprendido el valor de conservar la masa muscular y la importancia de perder peso a partir de la pérdida de grasa como único origen.
Como nutricionista no me puedo sentir el ombligo del mundo, y no me engaño, perder peso es relativamente fácil, a priori bastaría con comer menos cantidad, y ya si eres de los decididos, aumentar el gasto con un aumento de la actividad física. Viene a ser el clásico: «menos plato y más zapato», bastaría con hacer esto o atravesar un proceso de enfermedad (reducción del apetito y estrés fisiológico) o una etapa de estrés psicológico y el objetivo estaría cumplido pero… ¿Es un peso perdido de manera eficaz? ¿Podría recuperar se nuevo?, y lo que es más importante ¿podría tener impacto sobre mi salud?.
Generalmente con las situaciones anteriores el gran damnificado es el músculo, el cuerpo ante un déficit no controlado tira de masa muscular, refleja en la báscula un peso menor (se satisfacen los ojos de quién lo perseguía) pero de premio se obtiene: debilidad muscular, la típica cara de «no pierdas peso que se te está quedando la cara chupada», mala respuesta inmunológica y por supuesto la grasa que era lo que afectaba a tu salud, permanece, de tal manera que con el tiempo la masa muscular se recuperará (en el mejor de los casos el cuerpo suele ser sabio), retomando el peso inicial.
Sin embargo cuando se pierde masa grasa el resultado es una mejora del estado de salud, te encuentras más cómodo e incluso para comenzar a realizar actividad física, parámetros que ponían en riesgo tu salud cardiovascular (grasa visceral, perímetro de cintura…) disminuyen, pierdes un peso (que si no vuelves a hacer el cafre) que no se recupera, visiblemente supone un gran cambio, puesto que es la grasa la que mayor volumen ocupa y la pérdida de volumen es muy significativa, y mejora tu composición corporal (relación masa muscular/ masa grasa).

Si midiéramos a un deportista probablemente nos asustaríamos del peso que muestra la báscula, sin embargo seguro que su composición corporal revela un alto contenido en masa muscular y una baja cantidad de grasa. Si hiciéramos lo mismo con una persona que muestra bajo peso, pero que no realiza actividad física y su alimentación deja mucho que desear, porque «total entro en una talla 38» podría considerarse obeso si su % de grasa excede lo recomendable y tiene una baja masa muscular.
Existen tablas por edad (al aumentar en edad la proporción de agua disminuye y la acumulación de grasa es mayor, es un proceso fisiológico que hay que asumir, no nos pasemos) y sexo (las mujeres están fisiológicamente preparadas para la reproducción y por ello su % de grasa es mayor) para clasificar estos valores, según la cual puedes encontrarte en una situación de normalidad o incluso de obesidad o desnutrición por la baja cantidad de músculo respecto a la grasa.
Haciendo un resumen, no debemos de obsesionarnos con el peso, es por eso que a mis pacientes les ordeno guardar/ esconder su báscula de baño, ya que un dato de peso es totalmente insuficiente para dar un diagnóstico (para ello se toman mediciones por antropomentría y bioimpedancia) y por supuesto para emprender acciones encaminadas a la reducción del mismo, ocúpate de mantener tu masa muscular y ósea, y seguramente según mejore tu rendimiento mejorará también tu composición corporal.